Ir al contenido principal

Entradas

Entrada destacada

El trapiche

Seguramente a todos los de nuestra generación les quedaron gravadas muchas imágenes de la infancia rural del Valle Central de Costa Rica. Una de ellas sin duda, es el trapiche. Ver fascinados como se va moliendo la caña de azúcar para convertirse en un caldo entre amarillo y verde, según la variedad que se trate y mirar como artesanalmente, se va limpiando el caldo hasta quedar en una miel de dulce. No sin antes pasar por la cachaza, las espumas y el punto, ese sabroso bocado de miel que tradicionalmente se sacaba con la mano desde la paila ardiente. Todos los que conocimos un trapiche sabemos que por debajo de toda aquella escena estaba la hornilla, un lugar caliente donde se iba alimentando con bagazo y leña, hasta llegar al momento culminante en que se pasaba la miel a la canoa, donde se bate y se prepara finalmente para pasar a las bateas con la forma de tapas de dulce. Este proceso industrial muy básico que le permitió de comer a muchos de nuestros campesinos no terminaba sin
Entradas recientes

Así era mi papá, un agricultor y campesino de cepa.

Nacido en Zarcero de Alajuela en los años cuarenta del siglo pasado, de una familia humilde y campesina formada por mi abuelo Juan Rafael Vargas y mi abuela Claudia Rojas y sus hermanos Idalia y Rodrigo; fueron forjados al mejor estilo campesino de aquella época. Mi padre, Everardo Vargas Rojas fue un campesino de sepa hecho al calor de la tierra y de la dureza de la vida, huérfano de padre a los 6 años le tocó trasladarse a San Isidro de Grecia, donde vivió con una s egunda familia de mi abuela, los Castro Rojas, una familia grande de 11 medios hermanos y hermanas y de mi abuelo conocido, Víctor Castro. Mis recuerdos de papá datan de pequeño cuando recolectamos café en la finca de los Araya, una hacienda de 100 hectáreas de café y caña dónde mi padre fue capataz por muchos años y dónde pasamos los primeros 18 años como familia, mi madre Emilce, mis 6 hermanos, dos hermanas y yo.  En mi casa campesina nunca faltó comida, porque mi padre fue siempre un agricultor, elotes

La mejenga

Nada me hacía mas feliz en mi época de niño o de joven que la mejenga. Una especie de reunión casual de los amigos del barrio, que luego del día de escuela, de colegio o el trabajo de campo, para quiénes no pudieron terminar sus estudios, marcaba una integración popular de dos o tres horas al calor del atardecer y hasta que los últimos rayos de luz se ocultaren en el horizonte. La Mejenga era una actividad mixta, en  algunas ocasiones se mezclaban personas desde los 12 y hasta los 70 años de edad. Eran equipos que iniciaban 5 contra 5 y con el pasar del tiempo, podrían terminar hasta 30 contra 30. La cantidad de goles era algo impresionante, recuerdo una tarde en que la mejenga termino 48 a 6. Si, es una masacre como solíamos decir, pero nuestro arquero era un chico un poco disperso. Recuerdo que con el pasar de los años le detectaron "asperguer" una condición que claramente dificulta la concentración en juegos colectivos. Pero la verdad es que en la mejenga sucedía, cas

Las pintas de enero.

Enero es un mes especial en todo sentido, no sólo trae consigo una especie de replanteamiento del quehacer individual como personas, empresas, instituciones, o país, sobre todo este año, cuando tenemos cambio de autoridades políticas del gobierno. Cada enero representa una nueva oportunidad para cambiar hábitos, corregir conductas, visualizar nuevas metas o proyectos y sobre todo, visualizar una nueva esperanza de cambiar. Siempre es bueno este tiempo fresco, por lo general nublado y con mezclas de mañanas oscuras y atardeceres preciosos, producto de los celajes que se dejan ver al final del día en el horizonte. Pero de todo lo sucedido en enero, no hay nada más tradicional que las famosas pintas, de eso quiero hablarles en esta nueva columna de la serie, Desde el Trapiche. Las pintas son una especie de pronóstico del tiempo a ojo del campesino costarricense, una tradición centenaria de la familia campesina que asimila el comportamiento del clima del mes de enero, con lo que suc

Ya huele a tamal

No se si se acuerdan de los tamales de la abuela; yo sí, por lo que entre remembranzas les quiero contar esta historia, para ir preparando nuestra pronta llegada a la Navidad. Así que, en esta historia desde el trapiche de hoy, les quiero contar, ¿cómo se vivía la navidad en los pueblos rurales de Grecia, mi bello Cantón, allá por los años setenta del siglo pasado? Los personajes son reales, aunque las historias son un poco de todo, verdad e imaginación, pero como les he dicho en otros cuentos, así fue como me los contaron o cómo yo lo recuerdo, la verdad, ¿quién sabe como fue? o ¿cómo habrá sido?, pero que importa, no les parece. Desde El Trapiche: Ya huele a Tamal Es un poco temprano en la mañana, el roció de la madrugada ha dejado casi toda la ventana de la cocina con una escarcha que parece hielo, seguro que bajó la temperatura, a por lo menos 15 grados, o menos dice mi hermana, que se abriga con un viejo chaleco de lana. Casi todo está en silencio, sólo se escucha, alg

Una bola para navidad

No se cuántos se recuerdan de su infancia y, de cuánto se espera la época de navidad. Seguramente quienes puedan leer esta nota, se recordaran que uno de los regalos mas comunes en los principios de los setentas en la Costa Rica rutal, para los chicos, eran las pelotas o bolas de hule, una especie de bola de colores, que era en sencillo, el balón más suave y barato que se vendía en los mercados de aquella época. De esa bola, quiero hablarles y con ello, recordarles la importancia de la navidad y de lo más importante que se va perdiendo con los años en las tradiciones de nuestro país, la amistad y la cercanía con los seres queridos, los más cercanos, esencialmente tu familia. Entonces profe, me dice uno de mis estudiantes, cuanto cuesta un recuerdo?, la verdad, nunca he pensado en ello,  le respondí, es por eso que yo los regalo, con la única condición de que quién los compre, se sienta bien. Espero que después de leer esta historia, usted también se sienta bien. En el patio de l

¿Porqué el zorro quiere las llaves del gallinero?

Preguntarle a un zorro, ¿porqué le gustan las gallinas?, es equivalente a preguntarle a un monopolista o oligopolista coludido en el mercado, ¿porqué razones le gusta tanto el poder cobrar precios dinámicos y no ser objeto de regulación de precios?. Claro que si, al zorro le gustan las gallinas y entre más y más gorditas, mejor. Esta historia es sobre tres personas, el zorro, las gallinas y el cuidador de las gallinas, mismo que acostumbra cuidar las llaves del gallinero. Los personajes, ciertamente el zorro, en este caso representado por las empresas de telecomunicaciones, las gallinas son los consumidores y el cuidador de las gallinas o regulador oficial del mercado, en nuestro caso la SUTEL. Veamos entonces de que se trata esta historia en su capítulo 1. Había una vez una granja dónde las gallinas gorditas eran cuidadas por un zorro bueno, el zorro solamente comía las gallinas necesarias para tener fuerza y seguir cuidando el gallinero de otros zorros del vecindario, temid